Morelia, Mich., 2 de marzo.- El paisaje y el sonido, el arte y la investigación se conjugan en un proyecto cuyos resultados pueden apreciarse en el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce vía la muestra “Tzintzuntan. El lugar de los colibríes, de nuevo” de Brenda Brown, y en “Ts’insuni pireri”, composición sonora de Yeudiel Infante que fue estrenada a nivel mundial en el Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras, producto del concurso-convocatoria “Creación con sonidos de animales” emitida en 2014.
La obra retrata el vacilante recorrido que realiza un colibrí que, sin saberlo, retorna a un extraño, pero familiar Tzintzuntzan, para repentinamente descubrirse a sí mismo realizando con maestría su labor ancestral de divino mensajero entre los cinco puntos cardinales de la cosmovisión p’urhépecha.
La pieza, formalmente inspirada en la estructura de las Yácatas de Tzintzuntzan y en las representaciones p’urhépecha de los puntos cardinales, está pensada con amplio marco de variabilidad tanto en la acusmática como en la ejecución acústica en vivo, por lo que cada interpretación que ocurra será distinta a la anterior.
Momentos antes del concierto, Juan Carlos Jiménez Abarca, director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce se refirió a la importancia de efectuar actividades paralelas a la exposición; acciones susceptibles del interés de personas y públicos de perfiles diferentes.
Jiménez Abarca precisó que la muestra, que estará abierta al público hasta el 3 de mayo, fue concebida no solo desde la producción artística sino a partir de la investigación ambiental, las ciencias aplicadas y los estudios en ecosistemas, por lo cual representó un proyecto especial y muy diferente a lo programado en el museo en el último año y medio.
Agregó que se trata de un cruce donde las ciencias, las artes y el medio ambiente son campos a partir de los cuales los artistas desarrollan su trabajo y los públicos se involucran en los elementos surgidos de la misma; conceptos como eje central del proyecto de Brenda Brown, el cual versa sobre la posibilidad de hacer un diseño de restauración del ambiente para que los colibríes largamente ausentes de la zona de Tzintzuntzan lleguen a poblar nuevamente dicha área, gracias a la intervención con diferentes plantas y microclimas, en especial lograr una armonización con la zona arqueológica, es decir no solamente enriquecer el ambiente, sino ofrecer a los visitantes una experiencia que incluya un paisaje sonoro diferente.
Tras invitar al público a conocer la exposición, Juan Carlos Jiménez también se refirió al trabajo curatorial del concierto por parte de Brown, compositora canadiense quien para esta ocasión integró un programa con composiciones electroacústicas que involucran sonidos de animales en aras de
seguir explorando la relación del medio ambiente y el sonido, como elemento indicador de la riqueza de un ambiente natural.
“Real Scream”, de Rodrigo Sigal, “El sutil sonido de las plumas” compuesta por Otto Castro Solano, Adina Izarra, Fabián Esteban Luna, Miguel Noya, Jaime E. Oliver La Rosa, Daniel Schachter y el propio Rodrigo Sigal; y “Crickets” del ciclo Insect Voices de Richard Festinger, también se dejaron escuchar en el auditorio del Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras en un ambiente de completa oscuridad, que permitió a los asistentes transportarse a escenarios natural a través de aleteos y sonidos de aves y grillos.
Brenda Brown ha colaborado con el Centro Mexicano para la Música y las Artesa Sonoras en ocasiones anteriores, y desarrolla este proyecto desde el año 2012 en el marco del intercambio entre el citado Centro y la Universidad de Manitoba en Winnipeg, Canadá.
En entrevista, Yeudiel Infante explicó que el proceso creativo significó una aventura gratificante al tener la oportunidad de visitar Tzintzuntzan en varias ocasiones a fin de “empaparse” del ambiente sonoro de la zona arqueológica; grabó el sonido de su mano al rozar las yácatas y el pasto. Incluso caminó por las calles del lugar de donde recogió un sinfín de sonidos que luego trabajó digitalmente para integrarlos en su proyecto.
Sentado en dicho espacio natural, sede del señorío p’urhépecha y centro ceremonial en su tiempo constituido por un conjunto de templos, Infante Esquivel se imaginó como un colibrí el cual llegaba por primera vez para encontrar su lugar.
A lo anterior se sumó un trabajo de investigación que involucraba algunas palabras de la lengua p’urhépecha, así como sesiones con el flautista José Alfredo Yáñez, responsable de interpretar la obra recién creada, poseedora de sonidos que imitan a los producidos por las aves. La flauta y las ocarinas se fusionan en un ejercicio de composición contemporánea en donde lo electroacústico, la imaginación y la creatividad no dejan de hacerse presentes.
Satisfecho con el resultado obtenido y honrado de haber sido seleccionado para componer la pieza, el músico de 25 años de edad se refirió al Centro Mexicano para la Música y las Artes Sonoras como un lugar extraordinario en el que contó con todas las facilidades y entera libertad para desarrollar su proyecto de residencia, que trabajó de forma interdisciplinaria con la misma Brenda Brown.
Sobre el trabajo interdisciplinario, el joven creador indicó que tuvo muchas cosas a su favor, fue una experiencia en la cual contó con mucha libertad y se apegó a las características del proyecto establecidas en la convocatoria. Agregó que siempre mantuvo una estrecha comunicación con Brenda Brown a quien calificó como una mujer profundamente meticulosa y puntual con las cosas que planea.
Infante Esquivel explicó que si bien en este momento no se ha programado alguna otra presentación de su más reciente obra en algún otro espacio, buscará llevarla hasta Tzintzuntzan.
Finalmente luego de haber recibido el abrazo de agradecimiento por parte de la misma Brenda Brown presente en el estreno de su obra, Yeudiel Infante explicó que para él componer representa una necesidad natural, no una imposición y menos una obligación; vive sumergido en ese mundo y le da gusto que otras personas también puedan disfrutar lo que él hace y que su labor tenga una utilidad social. “Es una bendición en todos sentidos hacer lo que más me gusta”, finalizó.